El espacio
Malasang está ubicado en uno de los clásicos bajos del barrio del Eixample. Esos con amplios mono-ambientes sostenidos por las bellas columnas y vigas de acero (al más puro estilo loft neoyorquino) pintadas en este caso de vaporoso verde oliva.
Uno de los elementos que más impacta al entrar es la agradable e intensa luz natural en su interior, favorecida por los enormes ventanales de la fachada de entrada.
En conjunto hablamos de un atrayente espacio de altos techos, paredes de blanco inmaculado mezclado con mahón-vista, parquet oscuro y mesas de madera desgastada (para compartir o no).
Otro de los motivos placenteros de Malasang es su decoración, escasa pero cautivadora. Entre escandinava e industrial, con toques de granja modernista catalana.
Hallamos desde butacas añejas sacadas probablemente de los Encants, a antiguas lámparas de techo, a mesas de madera vetusta restauradas que seguramente antaño dieron uso a algún taller artesano o a muebles retro de «Cuéntame» que en su día decoraban la casa de alguna afable abuela.
Lo bueno es que el lugar no está sobrecargado a nivel decorativo e impera la austeridad y amplitud, dando al visitante una sensación armoniosa.
Qué comer o beber
Malasang es un bar con dos caras: una la de las comidas, dado que ahí puedes desde desayunar con bocadillo de jamón, probar el menú de mediodía, comerte una de sus tartas como merienda o cenar a la carta.
Como no, con los días que corren, el local ofrece también la opción del «brunch» para el fin de semana. Un bar así no podía obviar esa tendencia.
La otra vertiente del Malasang es su oferta para tomar algo. Desde el café rápido de la mañana en la pausa de trabajo, al zumo natural con ensaimada como refrigerio de media tarde hasta las copas para la noche (abre hasta las 3h viernes y sábados).
Para vermut lovers el lugar también resulta interesante: su vermut casero, su cerveza (Estrella Galicia), su interesante selección de vinos o sus productos enlatados (boquerones, anchoas, berberechos, etc) son dignos de mención. Ahora ya no hay excusas para acabar todos en Morro Fi los mediodías de sábado o domingo.