Qué tomar o beber
A pesar del patente factor «novedad» y sobretodo del reciente «boca-oreja» entre vecinos y bar-hunters, que ciertamente están saturando por momentos a Granja Petitbo (los fines de semana resulta casi imposible conseguir mesa), el establecimiento es sin duda una seductora e ideal alternativa para tomarse un cortado, un zumo de naranja natural o incluso un vermut, a la par que nos deleitamos con sus pastas/postres caseros (muy buena pinta todos) o sus sutiles platos salados.
De hecho, dejando a un lado el componente estético, la Granja destaca también por su cuidada y de momento limitada oferta culinaria, donde los productos frescos son los protagonistas: desde sus diarios pasteles home-made, su leche fresca, sus frutas y zumos de mercado, sus quiches de salmón, sus atípicos bocadillos de pan de molde (sobrasada, brie, jamón ibérico, etc.), sus variadas benéficas ensaladas, sus vaporosos platos de pasta o incluso sus tablas de embutidos ibéricos.
El local y su decoración
Por su parte, por lo que a su decoración se refiere, pues qué decir…no hay duda que los gestores del local han acertado con creces en su decoración y rehabilitación.
De hecho, es uno de los principales reclamos de este espacio en Barcelona y que lo hacen un lugar muy tentador para pasar una apacible tarde con tu merienda y amigos.
Si bien empiezan a ser ya muchos los locales mal llamados de «decoración vintage» o «trendy» (tipo Tarannà o Cosmo), es cierto que Granja Petitbo no ha escapado a esta moda de espacios restaurados: con sofás de cuero antiguos, sillas de madera, lámparas metálicas de estética industrial, mapamundi viejo, mesas de madera gastada, paredes de azulejos rotos, objetos de coleccionismo (tipo una báscula o un teléfono de inicios del siglo XX).