El espacio
Cuando uno pasa por delante de la puerta de Gut ya queda súbitamente fascinado (o curioseado) por su impoluta y esmerada decoración primordialmente de cromática blanca solo rota por destellos de clara madera aportada por el logo o las sillas y mesas de armónica estética nórdica. Sin entrar, se percibe ya Gut como un espacio de atmósfera tranquila y muy relajada. Sin duda acorde con su filosofía y su cocina. Asimismo, durante el día Gut resulta un local luminoso, en cambio de noche reina la luz tenue y la música chill out.
El producto y su comida
Una vez dentro y sentados, este pequeño restaurante nos sigue sorprendiendo con una curiosa carta donde destacan los elaborados platos principalmente de cocina mediterránea, fusionada con elementos de cocina asiática, internacional y ampliamente vegetariana.
Para que me entendáis, es de esas cartas que te quedas mirando un buen rato porque te apetecería escoger más de una opción. Otro detalle que resalta de su carta son las señales existentes para informar de si los platos son o no aptos para vegetarianos y/o celíacos, así como si el producto empleado es ecológico. Por su parte, otro pormenor que se hace notar, a parte de su sabrosa cocina, es la materia prima usada.
Se percibe y se capta con solo probar sus elaboraciones que el producto es fresco, de mercado y gustoso. Nosotros esa noche degustamos la crema del día (una singular y buenísima crema de garbanzos con albahaca); una fresca ensalada de ceviche de tofu, manzana con mango y chips de yuca; un tremendo salmón marinado con naranja y canela y tagliatelle de verduras; y por último un coulant de chocolate sublime.
Tened en cuenta que cambia según la estación del año. Ah, otro producto increíble es su pan, hecho por ellos mismos y que está buenísimo…
Por último mencionar que el restaurante no sólo sirve comidas y cenas, sino que también encontraréis ricos desayunos y meriendas con tentadora bollería hecha por ellos. De hecho, nosotros queremos ir algún día a desayunar a ver qué tal porque apunta maneras…