El local
Está castiza “granja” se sitúa al inicio de Carrer Petritxol, muy cerca de la Esglesia del Pi, en pleno barrio Gòtic.
El espacio consta de dos estrechas plantas repletas de mesas y camareros a la vieja usanza (con rigurosa camisa blanca y pantalón negro de toda la vida).
La decoración de Dulcinea nos traslada fácilmente a épocas pretéritas gracias a que su estructura e incluso sus mesas o sillas parecen aún las originales. Sin duda, un lujo y un placer poder aún disfrutar de espacios patrimoniales casi intactos.
Los carteles de Cacaolat o las fotos antiguas de lo que fue Dulcinea a lo largo de su historia, las mesas de mármol blanco típico de las “granjas” catalanas y las sillas de madera oscura barnizada complementan un bar de estética tradicional que tanto apreciamos y valoramos desde In&Out, sobre todo porque es de los pocos negocios que no ha sucumbido a la vorágine comercial que vive el centro histórico.
Qué beber y/o comer
Como no podía ser de otro modo, para beber, en Dulcinea principalmente debes pedirte: un chocolate caliente, chocolate a la francesa (con algo más de leche), un suizo (chocolate con nata por encima) o un Cacaolat (frío o caliente). Luego para acompañarlo es obligado complementarlo con algo del surtido pastelero clásico: churros, melindros o ensaimada. Por citar algunos ejemplos.
Para los que prefiráis otra cosa, evidentemente también encontraréis cafés, tés o refrescos. Aunque el chocolate es la gran especialidad, por lo tanto, salir de ahí sin quedarse con los bigotes marrones es casi un crimen.
Aunque sea menos común, no debemos olvidar su tentadora oferta alternativa para comer, desde: arroz con leche, pastel de manzana, crema catalana hasta bocadillos salados.
Para chuparse los dedos!